14 de diciembre de 2015

El respeto del tatuaje como profesión

Decir que eres tatuador es como decir que tienes un grupo de música y que de vez en cuando os sale algún bolo por los bares de la geografía española. Parece que hasta que no eres tendencia en las redes sociales o sales en algún medio de comunicación, solo es un hobby.

En España la concepción que se tiene de esta profesión nada tiene que ver con la visión europea. Por el espacio intracomunitario son respetados profesionales del arte con marcada tendencia según su vanguardia y un alto coste de adquisición.


Cuando la mayoría de personas vienen a hacerse un tatuaje o a informarse de ello, en la mayoria de los casos es como si vienesen a preguntar a una tienda de subastas: ¿cuánto me cobras por esto?, que caro ¿no? (ahí empieza el regateo absurdo) ¿y si me hago esto y esto no?...


Y así podemos estar todo el día. Con esto no quiero decir que haya que tomarse una actitud diferente o ultrarrespetuosa con la persona que te atiende, que gañanes y maleducados hay en todos lados. Simplemente hay que tener en cuenta una serie de cuestiones básicas:

- Cuando tienes que hacer uso de nociones jurídicas acudes a un abogado. Al llegar a su despacho te impone una seriedad y una profesionalidad, respiras los años de estudio y dedicacion sólo con ver esa gran mesa de madera maciza y das por sentado que va a llevar tu caso como el mejor. Es, en gran parte, lo que espera un tatuador de sus clientes.

Si acudes al estudio de un tatuador, lo suyo es que lleves ya una refencia por la cual le has buscado: has visto sus trabajos, te han hablado muy bien de él o ya has experimentado en tus carnes su buen hacer.
Siha Tattoo (Barcelona)

Detrás de todo buen tatuador hay años de estudio, aprendizaje, experiencia (ya sea propia o ajena), observación de tendencias y vanguardias, tradición, viajes, multiculturalidad adquirida, intercambios con otros tatuadores que enriquecen su currículum, dedicación, horas de sueño perdidas, inversiones y esfuerzos economicos, pago de tasas, impuestos, reconocimientos, seguimientos por parte del estado, controles de calidad y un infinito etcétera de gasto personal y económico que tal vez a simple vista no veas pero que os puedo asegurar que llega a minar a las personas.

En este país nos encanta el arte, parece ser que mientras esté en los museos merece todo nuestro reconocimiento, pero somos incapaces de ver bien que los artistas vivan de ello y que el enriquecimiento del alma tenga cabida hasta nuestra jubilación como forma de vida.

Qué decir tiene de ver a las personas llevar el arte en la piel... ¡Qué escándalo!


Cuado un tatuador pone precio a la pieza que te quieres hacer, es un precio cerrado, sólo de él depende aumentarlo o disminuirlo, es su precio, su valoración de lo que conlleva realizar eso en tu cuerpo. Si te parece caro, estas en tu derecho de irte. Un "gracias" es suficiente. No nos importa si te parece bien o mal, es nuestro precio, hay más estudios, ve y pregunta.

El tatuaje es un bien de lujo, no es una barra de pan ni es un imprescindible ("must have" para las gurús de moda), si no es buen momento, espera, ahorra, seguiremos estando ahí.

En resumen lo que quiero transmitiros es que, con más o menos gusto afín al vuestro, lo que un tatuador intenta reflejar en sus instalaciones (dentro de lo que nos permite la ley en cada región) es una extensión de su personalidad y su trabajo, intenta que vengáis con una mentalidad más de museo que de tienda, que sea un deleite para vuestros ojos o al menos que os llame la atención lo que véis.

Museo del tatuaje de Amsterdam

El tatuaje es un trabajo que sale del alma con una alta carga emocional y cultural, ya que la mayoría de clientes se hacen sus tatuajes por familiares o situaciones que han vivido y que les han marcado para bien o para mal. No es algo que cualquiera pueda desempeñar (aunque muchos lo intenten puesto que cada vez hay más facilidad de adquisición del material) de una manera correcta y respuetuosa con el lienzo, vosotros.

Buen día!

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